No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón, no hay        que estar triste si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera        lo inmóvil, ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo -pero por qué nombrar el polvo y la      ceniza-. Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día era lo efímero, el agua que      resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga, esa blanda tortuga que      tantea en la eternidad con ojos huecos, y el sonido sin música, la palabra sin canto, la      cópula sin grito de agonía, las torres del maíz, los ciegos montes.Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,no nos movemos del terror y la      delicia, y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados para dejarnos ver sin      tregua cómo crecen las plantas delbalcón, cómo corren las nubes al futuro.¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té. No hay drama en el murmullo, y tú eres      la silueta de papel que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer que se      nace o se muere, cuando lo único real es el hueco que queda en el papel, el golem que nos      sigue sollozando en sueños y en olvido
Julio cortazar
martes, 21 de abril de 2009
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